No me siento solo en la noche, en la oscuridad de la tierra.
Soy pueblo, pueblo innumerable. Tengo en mi voz la fuerza pura para atravesar el silencio y germinar en las tinieblas. Muerte, martirio, sombra, hielo, cubren de pronto la semilla.
Y parece enterrado el pueblo. Pero el maíz vuelve a la tierra. Atravesaron el silencio sus implacables manos rojas.
Hemos perdido aun este crepúsculo.
Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.
He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.
A veces como una moneda se encendía un pedazo de sol entre mis manos.
Yo te recordaba con el alma apretada de esa tristeza que tú me conoces.
Entonces, dónde estabas? Entre qué gentes? Diciendo qué palabras? Por qué se me vendrá todo el amor de golpe cuando me siento triste, y te siento lejana?
Cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo, y como un perro herido rodó a mis pies mi capa.
Siempre, siempre te alejas en las tardes hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.